Dióxido de azufre (SO2)

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Dióxido de azufre (SO2)

El dióxido de azufre, cuya fórmula química es SO², es un gas presente en la atmósfera como resultado de la combinación de azufre y oxígeno y su vida media es de dos a cuatro días. El dióxido de azufre es un gas incoloro que, en altas concentraciones tiene un olor fuerte y penetrante que produce irritación de ojos y vías respiratorias. Asimismo, se trata de uno de los principales contaminantes que forman parte de los procesos de acidificación.

El dióxido de azufre se emite espontáneamente en la Naturaleza por vulcanismo y procesos de Combustión. El impacto ambiental generado por el ser humano proviene en primera de la quema de Combustibles fósiles sulfurosos (Carbón, Petróleo y Gas natural.)

Durante su proceso de oxidación en la atmósfera, este gas forma sulfatos. Estos sulfatos forman parte del material particulado PM10. En presencia de humedad el dióxido de azufre forma ácidos en forma de aerosoles y se produce  una parte importante del material particulado secundario o fino (PM2.5). El SO2 es el responsable de la lluvia ácida.

Tanto la exposición a sulfatos como a los ácidos derivados del SO2, comportan graves riesgos para la salud ya que éstos pasan  directamente al sistema circulatorio humano a través de las vías respiratorias.

 

EFECTOS 

Los efectos derivados de la exposición al dióxido de azufre varían según su concentración y duración. Afecta sobre todo a las mucosidades y los pulmones, provocando ataques de tos. Si bien éste es absorbido principalmente por el sistema nasal, debido a su elevada solubilidad, la exposición a elevadas concentraciones durante cortos períodos de tiempo (exposición aguda) puede causar irritación del tracto respiratorio, bronquitis y congestión de los conductos bronquiales, especialmente en personas asmáticas. Además, diversos estudios han demostrado que la exposición crónica a este contaminante induce efectos adversos sobre la mortalidad, la morbilidad y la función pulmonar.

 

Además de los daños ejercidos sobre la salud, el dióxido de azufre constituye uno de los agentes causantes el deterioro induciendo alteraciones morfológicas y fisiológicas en los receptores vegetales. En estos últimos el SO2, tras penetrar por los estomas, causa daños en el mesófilo que conducen a la aparición de manchas necróticas de diferente color en función de la especie y la concentración. Estos daños, que afectan mayoritariamente a las hojas más jóvenes, se extienden en ambas caras (haz y envés), progresando desde la base hasta el ápice foliar.

 

 



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